lunes, 11 de enero de 2010

Vampiria 2 Capitulo 8

Gotas de agua me caían sobre la cara, resbalando hasta la boca. Estaba tumbado en una estancia muy oscura, apenas se podía ver algo. Por un pequeño ventanuco entraban algunos rayos de luz. Me levanté y observé de nuevo todo lo que me rodeaba. Era bastante probable que esos asquerosos vampiros me hayan descubierto y me golpearan por la espalda para encerrarme. ¿Pero para qué me querían vivo? ¿Por qué no me han matado y chupado la sangre ahora que tenían la oportunidad? No entendía nada, ni siquiera me habían quitado la chaqueta ni la bolsa con mis armas, no parecía que las hubiesen registrado, era todo demasiado extraño. ¿Confiaban mucho en sus posibilidades y por eso me dejaban las armas? Además todavía estaba pensando en lo ocurrido antes de desmayarme. Tenía que haber sido mi imaginación, no podía ser ella de verdad, pero la toqué, la tenía enfrente de mi.
Seguía absorto en mis pensamientos cuando la puerta se abrió. A través de ella entró Clauthor, arrastrando su larga capa negra, y tras él entraron varios vampiros más, que me agarraron las piernas y los brazos para que no pudiera moverme, y así evitar cualquier ataque contra Clauthor. Se paseaba a mi alrededor, mirándome de arriba abajo con aire de superioridad, y paró delante mío.
- Así qué tú eres el famoso Kira, el mejor cazador de todos. Pues para ser el mejor no nos ha sido difícil cogerte, se ve que los cazadores no sois lo que erais antes, que se le va a hacer. Parecías muy distraído cuando te cogimos, ¿qué te pasaba?
- ¡No es asunto tuyo!
- Pues yo creo que si. Te quedaste mirando a esa chica pelirroja. No me extraña, es muy guapa. Supongo que te recordaba a alguien, ¿verdad? Al fin y al cabo, tú mataste a su hermana gemela.
- ¿Qué?

No podía creer lo que acababa de decirme, ese maldito vampiro tenía 2 hijas gemelas, seguro que los viejos de la Orden lo sabían, serán desgraciados, si consigo volver se acordarán de esta. Pero eso no importaba, tenía que matar a su viva imagen, a su gemela. No creo que pueda hacerlo, no me siento con fuerzas para hacerlo de nuevo.
- Bueno, Kira, ¿qué te ha parecido la noticia?

No fui capaz de responderle, le daba vueltas al último sueño que había tenido, cuando ella me dijo que tenía que matarla otra vez. Era verdad que tenía que matar a alguien de su sangre, pero era a su reflejo, era como si tuviera que matarla de nuevo.
- Veo que te has quedado sin respuestas. Como no pasarás de esta noche, te contaré un secreto. Supongo que te habrán contado la historia esa de la antigua batalla entre hombres y vampiros. Pues hubo otra gran batalla muchos siglos atrás. Los hombres superaban numéricamente a los vampiros, pero ellos tenían una arma secreta, un enorme dragón que inclinó la balanza a favor de los vampiros, hasta que un gran mago lo encerró en piedra con un conjuro, el cual sólo podrá romperse cuando la noche en la que los planetas están alineados se pongan tres joyas en el orden adecuado y en el lugar adecuado. Todo esto lo descubrí en la época en la que me estuve ocultando del mundo después de la batalla en la que estuve yo presente. Durante el resto de los años busqué incansablemente las joyas, descubriendo que todas estaban incrustadas en espadas, y hasta hoy esperando el día en el que los planetas se alineasen. Por suerte, el lugar en el que el dragón está encerrado es en un sótano del castillo, por eso volví aquí. También existe una leyenda que dice que aparecerá un cazador con una extraordinaria fuerza que matará al dragón y a su dueño, aunque esta no creo que exista, pronto no quedarán cazadores para que se cumpla la leyenda. Bueno, ya sabes todo mi plan, y como supondrás, usaré el dragón para esclavizar a los hombres. Disfruta de estas pocas horas que te quedan de vida.

Tras esto los vampiros que me sujetaban me soltaron, y salieron todos de la habitación, dejándome nuevamente encerrado y solo. Daba vueltas en mi cárcel pensando en como salir de allí. También pensaba en el plan de Clauthor. ¿Un dragón? Eso era absurdo, los dragones son un mito, nunca existieron. No era el momento de especular, fuese verdad o no, tenía que detenerle a toda costa.
Empezaba a anochecer y yo seguía sin poder salir de la habitación. De repente la puerta se abrió de golpe y un vampiro un tanto peculiar se abalanzó sobre mi. Llevaba puesto un kimono rojo sujetado por una cinta blanca atada a su espalda en forma de lazo. Conseguí sujetarle los brazos, pero ambos caímos al suelo, empezando así un largo forcejeo.
- Vengaré a mi hermana y te mataré, así mi padre estará complacido – decía el vampiro mientras intentaba soltarse y morderme.

Rodamos por el suelo de la habitación, pero seguía estando debajo de ella. Se descuidó por un instante, y aproveché para poner los pies en su estómago, y la impulsé contra el lado contrario de la habitación. Mientras se levantaba fui al rincón donde tenía guardados la mochila y la chaqueta. Me puse la chaqueta, cogí una estaca, y al notar los pasos de la vampiro, me giré, alzando mi puño que sostenía con fuerza la estaca, pero cuando me disponía a clavársela frené el brazo en seco, quedando la estaca a milímetros de su pecho. Enfrente de mí ya no había un vampiro, había una muchacha pelirroja con unos ojos rojos carmesí, con su mirada clavada en mis ojos.
- ¿Qué te pasa? ¿No puedes clavarme la estaca? – decía burlona.

No supe responderla, y acto seguido me dio un fuerte puñetazo que me tiró contra el suelo. Me levanté y volví a alzar el brazo con la estaca, pero con idéntico resultado, no pude tocarla.
- Vaya, te está costando mucho matarme, en cambio a mi hermana no te costó trabajo.
- No lo entiendes, eso no …

No pude terminar la frase porque me propinó otro fuerte golpe. A pesar de estar en su forma humana seguía teniendo esa fuerza sobrenatural característica de los vampiros. Al caer la estaca se me escapó de la mano, alejándose de mi. Volví a levantarme, notaba como brotaba la sangre de mis labios a causa de los golpes e iba resbalando hasta gotear por la barbilla. Me pasé el brazo para limpiarme un poco la sangre.
- No te molestes en secarte la sangre, dentro de poco morirás, esta será la venganza de mi hermana.
- Ella quería que la matara, no tuve elección.
- ¡Mentira! Mi hermana no tenía motivos para querer morirse.
- ¿Cómo lo sabes? Hace mucho que no la ves, tú y tu padre la abandonasteis.
- Eso da igual, seguía siendo mi hermana, y tú la mataste.
- Yo no deseaba matarla, yo …. la amaba.
- No me hagas reír, como un cazador se iba a enamorar de un vampiro.
- Pues es cierto.
- No digas más bobadas, y basta ya de perder el tiempo, esto se acabó.

Volvió a lanzarme un puñetazo con toda su fuerza, pero esta vez lo detuve, no sin hacerme daño en la mano al pararlo. Hice un movimiento con la mano, y de la manga de la chaqueta me salió una pequeña estaca. Alcé por tercera vez mi puño, y volví a perder la fuerza en el momento decisivo.
- Veo que eres un mierda, no se como pudiste matar a mi herm…

No pudo decir más, ya que la golpeé fuertemente en el estómago, y después en la cabeza, quedando inconsciente sobre el suelo. No podía matarla, todavía no, pero una extraña sensación me dice que la volveré a ver, y que la tendré que matar.

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