jueves, 15 de noviembre de 2012

Sin batería

Esto no lo comenté en el pequeño resumen del viaje a Ginebra, pero como bien apuntó Yopopolin, tuvimos algún que otro contratiempo al regreso, en concreto con el coche, que se había descargado la batería, aún desconozco el motivo, ya que comprobé varias veces antes de dejar el coche, y al volver, de que las luces estaban apagadas, así que misterios de la vida, se quedó sin batería.

Por desgracia, no es la primera vez que un coche se me queda sin batería por arte y gracia divina, y me temo que no será la última. Como siempre, ante un evento de estas cosas, lo primero que hice, llamé a mi abuelo, ya que el coche es suyo y me lo había prestado para el viaje. Y por al razón que sea, hay una pregunta que resulta inamovible, da igual que lleve 3 días con carnet o ya 8 años conduciendo, ante una llamada de este tipo, siempre lo primero que me pregunta, que ni los del seguro ni la grúa se les ocurre, pero a él si, es que "¿Tienes gasolina?".

Esto se lo iba comentando a Yopo y compañía durante el arreglo del coche, y se reían; normal, que se me pregunte eso cuando acabo de sacar el carnet y no se encender ni las luces, pues tiene un pase; o si no hubiera tenido anteriormente percances similares, también sería aceptable, pero después de tantos años, con un coche que arrancarlo a diario era una odisea, pues ya da que pensar, es una forma subliminal de insinuar que eres tonto, por que a mi pocas mas cosas se me ocurren, la verdad, la gasolina es lo primero que miro antes de dejar el coche, de arrancarlo, nunca lo dejo ni que luzca la reserva, se me puede parar por mil razones, pero nunca será por falta de gasolina; y ya podría ser el coche eléctrico, que seguro que si se me para, me preguntaría lo mismo, jaja.

No se si al resto le pasa, a mi si, tengo testigos, al menos se entretuvieron con la situación, jaja.

viernes, 9 de noviembre de 2012

À Genève avec mes amis

Poco he podido comentar de esta aventura, se produjo con no demasiada antelación, y mi falta de tiempo me impidió dejar constancia de mi intención de viajar a tierras suizas, pero ya estoy de vuelta, y que menos que comentar la experiencia.

Esta vez la comitiva de exploradores aumento en número, de los 4 del viaje a Lisboa a 7 miembros, repitiendo los mismos 4 de Lisboa, y como no, mi compañero de fatigas Yopopolin no dudó en apuntarse a esta nueva experiencia, que seguro que relatará de una forma más entretenida en su blog que yo, es lo que hay, jaja.

Lo primero, y que eso no cambio del otro viaje, es trasnochar el primer día para llegar al aeropuerto de Barajas, una buena paliza que mereció la pena a la postre. Cogimos el avión, rumbo Ginebra, nuevo país y nuevo idioma, el cual lo único casi que se decir es que "yo no se hablar francés", triste pero cierto, lo que me resultó de gran utilidad cuando otro turista me preguntó a mi (anda que no había gente de allí en la estación, que me tuvo que preguntar a mi) donde estaba tal sitio, a lo cual respondí la susodicha frase citada anteriormente, lo cual es paradójico, porque para decir que no se hablar francés tengo que decirlo en francés, así que se quedaría a cuadros el pobre, pero me pilló desprevenido, y en vez de decirle que no era de allí, pues lo primero que se me ocurrió fue eso, reflejos de ninja que tiene uno, jaja.

A ver, que me voy por las ramas, así que continuemos. Tras la llegada al aeropuerto, lo primero era buscar el autobús adecuado para llegar al hotel, tras unos minutos deambulando por la zona, encontramos la parada, y llegamos sin problemas. Tras depositar las maletas en el hotel, ya que las habitaciones aún no podían dárnoslas, nuestra primera parada turística, el CERN, aunque más bien fue un museo externo que tienen en forma de esfera, que pensábamos que era metálica y que estaba toda oxidada, pero que resultó al final que era de madera. Para visitar el interior había que reservar con 6 meses de antelación, y el viaje lo planeamos con mucho menos tiempo, así que tuvimos que conformarnos con una visita exterior, pero que resultó igualmente interesante.

Comimos en un puesto que había enfrente del museo, siendo una opción económica, ya que en Ginebra, a causa de sus altos sueldos, las cosas son bastante más caras que en España, así que había que ahorrar como fuese para poder comprar algún recuerdo, o simplemente subsistir los 3 días que haríamos noche en Ginebra. Al terminar de comer, yo personalmente no estaba para muchas alegrías, 2 días que llevaba sin dormir entre nervios y conducción nocturna no ayudaban al buen estado de salud, por lo que fuimos al hotel a practicar el deporte español por excelencia, la siesta, aunque Yopopolin es el más inquieto de todos y se paseo por la ciudad en ese rato. El día no dio mucho más de sí, un paseo nocturno por las cercanías del hotel para conocer los alrededores. La verdad ya sea por conocimiento o por simple suerte, escogimos un hotel que se encontraba pegado a la estación, en la cual había muchas tiendas y un supermercado que habría hasta las 12 de la noche, lo cual nos facilitaba el avituallamiento.

El día siguiente se presentaba intenso y agotador. Primero había que alimentarse, y en un hotel con desayuno buffet, había que cebarse como gochos, jaja. Los croissants estaban deliciosos, por eso duraban más bien poco, pero valía la pena esperar hasta que los reponían. Después cogimos el tren, y rodeando el lago Leman, llegamos a Montreux, y allí cogimos un autobús que nos llevó hasta una pequeña joya sobre el lago, el Castillo de Chillon, una bella obra de arte donde sacar magníficas fotos, y en la que mi capacidad de sacar fotos buenas ha quedado en entredicho, ya que no me gusta ninguna, ya sea por la cámara o por mi incapacidad para tal cosa, por suerte Yopo tiene mejor ojo que yo, así que disfrutaré de sus fotos, jeje. La visita nos llevó toda la mañana, por lo que comimos en una zona del castillo habilitada para tal fin.

Por la tarde, en el camino de vuelta a Ginebra, hicimos una larga parada en Laussanne, de aspecto similar a Ginebra, pero algo más pequeña. Un sinfín de escaleras y cuestas nos llevaron hasta el punto más alto de la ciudad, donde se encontraba la catedral. Y entre Montreux y Laussanne se nos pasó el día, regresando a Ginebra.


El tercer día se presentó bastante complicado, ya que tal como habían pronosticado, cayó un fuerte diluvio en Ginebra, lo que nos retrasó en nuestras visitas previstas, y nos impidió alguna que otra, pero ante un viaje de estas características, somos como los carteros, llueva, nieve o granice, llegamos a nuestro destino. Por la mañana, cuando aún no descargaba con toda su fuerza, fuimos a la plaza de las Naciones Unidas, viendo sus fuentes, sus banderas y su escultura en forma de silla gigante con una pata rota, y acto seguido al Jardín Botánico.

Siguiendo nuestro rumbo, seguimos descubriendo zonas de Ginebra que aún no habíamos visitado, como el Muro de los Reformistas y su parque, con los famosos tableros de ajedrez gigantes, donde empezamos una partida, y allí quedó a medio terminar por la lluvia. De la que volvíamos a la zona del hotel, pasamos por el reloj de flores, precioso, y que cada cierto tiempo deben reformarlo, por lo que he podido ver en fotos que había buscado por Internet previamente al viaje, muy bonito.


Llegado el último día, un último vistazo a la ciudad, una pena que el último día se estropeara el Chorro de Agua, lo más característico de la ciudad, así que me quedé con las ganas de poder verlo más de cerca, aunque en los días previos desde la distancia si que pudimos observarlo. La visita de rigor por los puestos de regalos y souvenirs en busca de algo que agradara a la familia, y de vuelta al aeropuerto, a deshacer el camino hasta León, no sin antes sufrir pequeños contratiempos, ya que en Madrid, los coches se habían quedado sin batería, vayase a saber como, ya que comprobamos que todas las luces estaban apagadas, así que tuvimos que transformarnos en mecánicos improvisados para solucionar el problema.

Al día siguiente de nuestra vuelta nos volvimos a juntar todos para hacer una pequeña cena, ya bastante mas barata que las que hicimos en Ginebra, lo cual agradecieron nuestras carteras, y que yo personalmente agradezco mucho que se hiciese la cena, cualquier tiempo que paso con mis amigos siempre es demasiado corto, y aunque solo sea verles de pascuas a ramos, se agradece.