lunes, 13 de octubre de 2014

Dublin

Tras un par de años de parón por falta de fondos y de medios, pues he podido realizar otra pequeña escapadita con mis amigos, y así de paso sirvió de celebración por mi reciente licenciatura. Por supuesto mi amigo Yopopolin se encontraba entre los asistentes como es habitual, así que me figuro que tarde o temprano cuente su experiencia, jeje.

Ya habíamos comentado entre nosotros que el próximo viaje sería a tierras inglesas, sin especificar nada, pero la intención estaba ahí. Una amiga estaba haciendo un cursillo de inglés en Dublin, y la decisión se acabó tomando rápidamente, con todo claro salvo mi presencia, ya que estaba pendiente de la exposición del proyecto y hasta casi la semana anterior al viaje no sabía si podría unirme al grupo.

Finalmente sin más contratiempo nos pusimos rumbo a Madrid, donde teníamos que coger el avión, igual que pasó cuando fuimos a Ginebra. Hasta la fecha el vuelo a Dublin es el más largo que he hecho, miedo me da cuando tenga que hacer uno más largo, porque sigo sin entender por qué me mareo, salvo si conduzco, la próxima preguntaré si me dejan pilotar, jajaja.

Dublin no es una ciudad especialmente grande, así que en 2 ó 3 días se puede ver todo sin problemas. Para la visita de la ciudad propiamente dicha es altamente recomendable hacerse con una tarjeta Dublin Pass, que te da acceso a muchos sitios y se amortiza rápidamente, aunque algunos después de visitarlos no hayan merecido especialmente la pena, para que negarlo, pero con la tarjeta en cuestión duele menos. Por poner un ejemplo, en nuestro caso la cogimos para un día, que eran 40 euros, y en entradas "gastamos" 75 euros, así que salió más que rentable. Aparte , la ventaja es que te sale gratis el bus que te lleva a la ciudad desde el aeropuerto, así que es una compra obligatoria. AQUÍ os dejo las ventajas y lo que os permite ver esta tarjeta. La podéis comprar en el propio aeropuerto, por lo que no hace falta comprarla online.

Llegamos a Dublin a las 8:00 de la mañana, por lo que teníamos todo el día por delante. Lo primero fue dejar las maletas en el hotel para poder visitar la ciudad sin carga adicional. Fue un trabajo costoso buscar un hotel, ya que los ligeramente baratos estaban ocupados, y los céntricos eran carillos. Finalmente optamos por un albergue, céntrico y que estaba bastante bien, el Four Courts Hostel , así que si os encontráis sin hotel y queréis un sitio baratillo, os lo recomiendo.

La primera visita fue a la fábrica Guinness, que puede ser más típico de Irlanda que su famosa cerveza. La visita la haces a tu aire, con una audio guía en castellano, y veías el proceso de fabricación en los comienzos de la fábrica. también tuvimos acceso a la cata de la cerveza, a mi como no me gusta la cerveza, pues tuve que hacer de tripas corazón, jaja.
La siguiente parada fue la catedral de San Patricio, muy bonita por fuera, pero decepcionante por dentro, y no sería la única. Lo siguiente fue la exposición de Dublinia, donde te cuenta la historia de los vikingos en la ciudad, entretenida si vas con tu hijo de 10 años, pero para los adultos resulta infantil, y de ahí pasamos a la catedral Christ Church, y la misma explicación que con la de San Patricio.
Después de comer nos dirigimos a la destilería Jameson, donde la visita es guiada, en nuestro caso por una chica muy simpática que explicaba cada detalle de la destilación del whiskey irlandés, pero en inglés. Al igual que en la Guinness, se da a probar la bebida, y si fue malo probar la cerveza, de esto mejor no hablar. A los que les guste el whiskey lo disfrutarán, pero yo sufrí mucho, jaja.
Lo último que visitamos fue el museo de cera, muy centrado en personalidades locales, por lo que si no conoces mínimamente la historia de Irlanda, no te sonará ninguno, como así fue mi caso, una visita más bien para sacarte fotos haciendo el tonto con las figuras.

Lo único más o menos importante que nos dejamos sin ver fue la cárcel de Kilmainham, pero pillaba bastante a desmano, ya que todo lo hicimos a pie, pero si vas con tiempo, puedes sacarte el dublin pass para dos días y ver alguna cosa más que nos dejamos en el camino. Aparte, con la tarjeta puedes tener descuentos en tiendas o algún regalo, así que exprimirla al máximo.

El segundo día fue completamente dedicado a una excursión. Hay numerosas excursiones para visitar otros parajes de Irlanda, pero nosotros decidimos visitar los acantilados de Moher, que entre otras cosas, aparecen en mi idolatrada película de la infancia "La princesa prometida".


La excursión comenzaba a las 7:30 de la mañana, una paliza en autobús que duraría 12 horas hasta volver a Dublin, pero que fue amenizada por nuestro guía, Chema. La excursión era en castellano, y fue de lo más entretenida. Durante el viaje, Chema nos iba explicando la historia de Irlanda para que el viaje no se hiciera tan pesado. Primero paramos en Bunratty, media hora para visitar un pequeño castillo, aunque realmente era más un torreón que otra cosa, y de nuevo en ruta. Y llegamos a los acantilados, donde dispusimos de hora y media para recorrerlos y disfrutar de las vistas, que por suerte no había niebla ni lluvia. A pesar de tener ese tiempo, se hace cortito, ya que entre ir de una punta a otra, pararte a hacerte alguna foto y demás, se anda pillado de tiempo. De ahí nos fuimos a Galway, aunque por el camino fuimos por un camino cerca del mar y disfrutamos de las vistas y del parque nacional The Burren, todo mientras Chema seguía contando la historia del país.
Ya en Galway, una pequeña ciudad costera, tuvimos tiempo libre para visitarla, aunque tampoco había mucho que visitar realmente, es más ver la ciudad en sí que ver algún monumento en concreto. Y de ahí partimos vuelta a Dublin, donde llegamos a las 20:00. Una excursión extremadamente recomendada, y con un guía y un conductor superagradables, nosotros hicimos la reserva AQUÍ.

El siguiente día lo usamos para recorrer un poco la ciudad con calma, mirar tiendas y demás, lo único reseñable fue la visita al Trinity College y a su impresionante biblioteca, ya que era lunes, y los museos gratuitos cerraban, y a la noche tomar algo en el mítico Temple Bar.

El último día aprovechamos la mañana para visitar un par de museos, el más destacable el arqueológico, y ya por la tarde fuimos al aeropuerto para volver a España con una sonrisa y un montón de recuerdos.

Un viaje que recomiendo hacer, ya que es una ciudad bonita, las personas son muy educadas, con una sonrisa en la boca en todo momento.
Como siempre, recomiendo que alguien del grupo con el que vayas, o tú mismo si vas solo, tengas cierta soltura con el idioma. A mi el viaje me servió para darme cuenta que mi nivel de inglés puede calificarse como nulo, menos mal que iba acompañado y que se desenvolvían perfectamente, tendré que practicar más, jaja.

See you!!!