viernes, 14 de mayo de 2010

Vampiria 2 Último Capítulo

Clauthor se encogió, empezando a emitir un aura negra que le rodeó. Sus ropas desaparecían, cambiaba el tono de su piel, quedando grisácea. Su cara cambió radicalmente, el cabello le desapareció, sus ojos se volvieron grandes, como si se les fueran a salir de las órbitas oculares, en su boca solo parecía haber dientes afilados que le salían de ella. De su espalda salieron 2 alas, y sus manos se agrandaron, y en vez de dedos tenía garras afiladas.

Tras la transformación echó a volar, me agarró por los hombros, y me levantó del suelo, llevándome en el aire durante un rato, hasta que de repente me soltó contra una ventana, rompiendo el cristal y cayendo rodando por la ladera de la montaña. Me puse en pie de un salto, y vi como Clauthor volvía a por mí volando con furia. Cuando se disponía a golpearme me agaché, y al pasar volando sobre mí le agarré de la pierna y le lancé contra el suelo. Rápidamente se levantó del suelo y hubo un intercambio de puñetazos y patadas, en medio de la nieve y de los árboles, hasta que ambos nos cogimos por las manos, manteniendo la distancia. Clauthor dobló los brazos, levantó un poco la cabeza y me golpeó con la frente en mi cara, dejándome un poco desorientado. Me recompuse, y al volver a la pelea me dio una patada en el estómago, y luego un gancho que me tumbó, haciéndome rodar cuesta abajo. Choqué contra un árbol, lo que hizo que dejara de rodar. Me levanté y miré a mi alrededor en busca de mi enemigo, pero solo vi nieve, árboles y el acantilado, que estaba a escasos metros de mi posición. Una sombra se acercaba a mi velozmente, me escondí tras un árbol, y cuando escuché el aleteo salí y le di un puñetazo en la cara. Se echó las manos a la cara, y le solté una patada a la nuca. Le di otra patada, pero la esquivó y empezó a golpearme él. Esquivaba los golpes como podía, retrocedía paso a paso hasta que llegué al borde de la ladera. Clauthor extendió sus manos, me agarró fuertemente del cuello y me levantó del suelo.

- Me has molestado mucho, Kira, pero de esta ya no te escapas. Por lo que veo te molestó mucho que insultara a la hija que mataste. Da igual, acabarás como ella, muerto, como un perro abandonado. Deberías haberla matado lentamente, que sufriera, por haberme traicionado y pasarse al bando de los humanos, era una imbécil, me alegro que este muerta.

En un ataque de rabia le golpeé con mi frente en la suya, le quité sus manos de mi cuello, nos giramos, y le di un puñetazo con toda mi fuerza y mi rabia en el pecho, traspasándole la piel. Saqué la mano, y en ella tenía agarrado su oscuro corazón. Sin pensármelo cerré el puño y lo aplasté. Clauthor estaba inmóvil, empezó a perder el equilibrio y se precipitó por el barranco, transformándose su cuerpo en ceniza mientras caía. Me desplomé sobre la nieve, perdiendo el conocimiento.

El Sol brillaba cálidamente, derritiendo la nieve de los árboles, goteando sobre mi cara. Con mucho esfuerzo me levanté, intentando recordar lo que había pasado. Había matado a Vafer y a Clauthor, había cumplido con mi misión. Las heridas ya no sangraban, pero todavía me escocían muchísimo. Me dirigí al castillo, recogí la mochila, y volví al pueblo desde el que había iniciado el viaje. Tras varios días, por fin llegué, y vi como Ranko se acercaba corriendo.

- Hola, bienvenido de nuevo. ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué tienes tantas heridas?
- Yo también me alegro de verte. ¿Podrías darme algo de comer? Llevo días sin probar bocado, y casi no me tengo en pie.
- Por supuesto, perdona.

Me apoyé sobre su hombro, y con trabajo llegamos a su casa. Comí opíparamente, quedé lleno, y dormí un par de horas. Me desperté con fuerzas renovadas, me habían curado las heridas, y fui al salón a despedirme de Ranko.

- Hola, ¿qué tal has dormido? – preguntó preocupado.
- Bien, muchas gracias por haber sido tan amable conmigo, y gracias por curarme.
- ¿Puedes explicarme qué te ha pasado? Venías con muchas heridas, y hace un par de noches oímos unos rugidos espantosos.
- Bueno, ya no tenéis que preocuparos por los vampiros, no quedó ninguno en el castillo. Y ese rugido, mejor que no lo sepas.
- ¿En serio ya no quedan más vampiros? Muchas gracias, nos has librado de una gran amenaza para nuestro pueblo.
- Tranquilo, es mi trabajo. Ahora te tengo que dejar, tengo que volver a mi ciudad.
- Bueno, buen viaje.

Nos dimos un fuerte abrazo, recogí mis cosas y salí de su casa. Afuera sucedió lo mismo que la otra vez, todo el pueblo estaba por las calles observando como me marchaba de allí. Llegué a la salida del pueblo, cuando empecé a oír gritos de alegría y de agradecimiento. Me giré, y vi como los habitantes me agradecían haberles ayudado.
Sonreí levemente, di media vuelta y me marché. En pocos días llegué a Katmandú, y en vez de volver a Budapest a informar a los viejos, cogí un avión hacia mi ciudad, Tenía que seguir trabajando en el Mc Donalds para ganarme la vida, me había escapado demasiados días de mi trabajo.

Tras un largo vuelo, por fin pude pisar tierra firme. Ya era de noche, y decidí ir al cementerio, quería ver su tumba, era lo único que me apetecía hacer en ese momento. Caminaba solitario por la calle, alumbradas por las farolas que me guiaban en la oscuridad a mi destino. Atravesé el parque, y por fin llegué ante su tumba. Me agaché sobre ella, saqué la espada que me habían dado los viejos y la clavé a modo de crucifijo. Me apoyé sobre ella y cerré los ojos. Había hecho lo que tenía que hacer, había salvado a la humanidad, pero no me sentía mejor, seguía echándola de menos, prefería haberla salvado a ella antes que al resto de la humanidad. Noté como unas manos me rodeaban y me sujetaban, mientras que una boca se acercaba a mi oído.

- Te dije que me vengaría – me susurró la persona que estaba a mi espalda.

Abrí los ojos, y vi como la espada brillaba. Era ella, no había duda, la dejé con vida pensando que podría cambiar, como su hermana, pero no había sido así, solo deseaba vengarse. Me inclinó la cabeza hacia un lado y me hundió sus colmillos. En pocos instantes moriría, pero tenía que hacer algo antes. Cogí la espada, y sin pensármelo 2 veces me la clavé en el pecho, atravesándome por completo y clavándose también en el corazón de ella.

- ¿Pero cómo….?

No pudo decir más, se hizo polvo instantáneamente. Me salía sangre por la herida del pecho y por la boca, en un momento moriría sin remedio. Saqué la espada de mi pecho y la volví a clavar frente a la tumba, sosteniéndome sobre ella para no caerme. Finalmente había hecho lo que querías, he cumplido. Nos veremos más pronto de lo que pensaba. Mientras me desplomaba vi como sus brazos se extendían para cogerme y no dejarme escapar, como sonreía por volverme a ver. Noté el suave roce de su piel, su cálida voz en mis oídos. Estaba tendido en el suelo, pero ante de desfallecer por completo, sonreí.


FIN

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